EL CAMINO DE SUS MANOS

Acababa de salir de la ducha, estaba de frente mirándome al espejo con la bata de seda blanca que me ajustaba con su nudo en la cintura. La pierna derecha arriba de la silla del escritorio mientras pasaba sobre ella una de mis cremas preferidas: la de durazno. Masajeaba mi pierna al ritmo de una de esas canciones de Sade, no advertí presencia alguna dentro de mi habitación pero alguien me tomó por la cintura desde atrás. Levanté la vista y era él. Comenzó a besarme el cuello mientras corría con sus labios mi cabello mojado y su mano derecha se deslizaba por la bata entre mis pechos. Los apretaba, los contorneaba, cabían perfectos en sus manos grandes. Suspendí el masaje en las piernas para quedarme entonces parada de espaldas a él, atónita, sin moverme mientras él desprendía el nudo de mi bata y rozaba mis piernas con sus manos. Podía sentir todo su cuerpo rodearme desde atrás, apretarme contra él mientras seguía deslizando su lengua por mi nuca, parte del cuello y los hombros. Se aceleraba mi respiración y no podía más que morderme los labios. En un descuido la crema cayó al piso y antes de agacharme a recogerla él se encargó de mi bata. Al levantarme noté que se había quitado la camisa, su pecho desnudo sí que me provocaba, me apetecía. Tenía mis manos apoyadas al escritorio y mis piernas separadas, imaginaba que era algo así como arcilla mientras él modelaba mi cuerpo totalmente desnudo, pasaba sus manos por entre mis piernas, mis caderas, mis glúteos. Quería girar sobre mí para que ambos estuviéramos en igualdad de condiciones y poder deleitarme con su cuerpo, pero me sujetaba con delicada fuerza y rápidamente me dejé vencer. Sus manos eran eternas en combinación con mi piel. Cuando al fin sació sus ganas y mi sed, dejándome exhausta, busqué sus labios para regocijarme mientras mis pechos y el suyo hacían una fiesta. No evite bajar desde su cuello a la cintura y más. Ahora era él, objeto para mi recreación. Nos reinventamos una y mil veces, siempre de maneras diferentes. Me apasiona besarlo entero, me enloquece, me delira sentir mi lengua recorriendo su espalda, su pecho, su cintura, sus muslos, su entrepiernas mientras me apodero de cada uno de sus lunares. Desearía poder detener el tiempo para hacer cíclicos aquellos encuentros. En el momento justo en que lo sentí estremecerse gimiendo de placer sonó el despertador… No puedo creer que hayamos estado toda la noche de pié recorriendo nuestros cuerpos una y otra vez. Apagué el despertador un poco entre dormida para seguir besándolo, pero era demasiado tarde para volver sobre sí, su figura comenzó a desvanecerse. Entonces me levanté y me dí una ducha, me puse la bata de seda, atando un nudo en la cintura, puse música y me paré frente al espejo de la habitación con la crema en la mano… Deseando esta vez hacer mi sueño realidad.

 (*MeL*)