EL CAMINO DE SUS MANOS
Acababa de salir de la ducha, estaba de frente mirándome al espejo con la bata de seda blanca que me ajustaba con su nudo en la cintura. La pierna derecha arriba de la silla del escritorio mientras pasaba sobre ella una de mis cremas preferidas: la de durazno. Masajeaba mi pierna al ritmo de una de esas canciones de Sade, no advertí presencia alguna dentro de mi habitación pero alguien me tomó por la cintura desde atrás. Levanté la vista y era él. Comenzó a besarme el cuello mientras corría con sus labios mi cabello mojado y su mano derecha se deslizaba por la bata entre mis pechos. Los apretaba, los contorneaba, cabían perfectos en sus manos grandes. Suspendí el masaje en las piernas para quedarme entonces parada de espaldas a él, atónita, sin moverme mientras él desprendía el nudo de mi bata y rozaba mis piernas con sus manos. Podía sentir todo su cuerpo rodearme desde atrás, apretarme contra él mientras seguía deslizando su lengua por mi nuca, parte del cuello y los hombros. Se ac...